miércoles, 24 de julio de 2013

Relato: "La Última Comida"

Atopeconlacope

Debido al éxito de "La Insólita Historia del Viejo Jack" me he currado un nuevo relato. Sin más dilación, espero que gocéis.


Ese instante de lucidez en el que eres consciente de que todo a tú alrededor se ha ido a la mierda, ese instante tardó en llegarme dos años. Mi vida entró en una espiral de autodestrucción desde el momento en el que encontré a la zorra de mi esposa follándose a nuestro niñero, supuestamente homosexual. Después de ver como se la tiraba dudo mucho de su condición sexual. Desde ese momento ella se las ingenió para poner en mi contra a nuestros dos hijos y echarme de casa, la fidelidad no se le daba muy bien, pero en ser una hija de puta no le ganaba nadie… Con más cuernos que Johnny Depp en 'La Ventana Secreta', sin esposa, sin casa y sin poder ver a mis hijos, mi rendimiento en el trabajo disminuyó escandalosamente como era de esperar.

Me despidieron, me humillaron y mi familia renegó de mí. Con lo poco que me quedaba me instalé en un pequeño motel de carretera y durante dos años declaré mi amor incondicional a Jack Daniel’s, hasta que un día, un día como otro cualquiera, decidí acabar con tanto sufrimiento y fracaso.

Pero antes de comenzar una nueva vida, tenía que vengarme, recuperar algo de autoestima y de paso conseguir algo que durante dos años me costaba el dinero. Me tome un par de cafés para la resaca, arreglé un poco mis pintas desaliñadas y realice la última llamada desde ese motel cutre… a mi ex.

Al día siguiente la cité en el pequeño motel cutre de carretera. Éramos una de esas parejas que desde el "sí quiero" sabes que su matrimonio está condenado al fracaso. Volvimos a reencontrarnos bien entrada la madrugada en mi habitación. Era una noche lluviosa de noviembre y yo estaba echado en una de las dos camas observando el televisor sin apenas prestar atención a la programación. A los pocos segundos de acomodarme, golpearon tres veces la puerta, un sonido casi inaudible. Me levanté y abrí muy despacio.

—Hola, Sara... —saludé cabizbajo.
—Hola —respondió secamente Sara, entrando apresuradamente.
Nos sentamos cada uno en una cama sin decirnos nada apoderándose de la habitación un silencio muy incómodo, me serví una copa, encendí un cigarrillo con un poco de hierba y bajé el volumen del televisor.
—¿Por qué coño me has hecho venir hasta aquí? —preguntó Sara muy molesta—. Sabes perfectamente que no quiero saber nada de ti, para mí no existes.
—¡No entiendo nada! —le espeté poniéndome en pie—. Después de cinco años casados te follas a otro, en nuestra cama y el día de nuestro aniversario. Llevamos dos años sin llamarnos y me vienes con esa actitud. ¡No puedes ser más zorra!
—Mira Hugo, no he venido hasta aquí para que me insultes gratuitamente, tú eres el que ha llamado, dime que necesitas y me largo de aquí. No tengo ganas de aguantar esta situación, si lo que necesitas es dinero, puedo ayudarte...
—¡No quiero tu puto dinero, joder! —le reproché—. Te he llamado para otro asunto. Además, tengo todo el derecho a insultarte, por esa boca han entrado más pollas mientras estábamos juntos, que insultos por la mía.
—No te soporto, nunca te he soportado, si me has hecho venir hasta aquí para ésto me haces perder el tiempo. Me da igual lo me que digas, eres un fracasado.
—¡Está bien! Te lo diré de una puta vez. Me marcho del país y aunque no lo creas sigo enamorado de ti, no puedo sacarte de mis pensamientos. Antes de irme necesito desahogarme y como sé lo puta que eres, solo te pido que follemos una última vez.
—¿Y crees que lo vas a conseguir? —preguntó ella entre carcajadas.
—Sí —respondí seriamente y confiado.
—Sabes que me da mucho morbo esta situación y juegas con esa ventaja. Lo haré, te chuparé la polla y dejaré que me folles una última vez, pero no pienso quedarme a dormir. Cuando nos corramos, me vestiré y me iré, no me verás más.
—Me parece bien —dije acercándome obscenamente a ella.

Las siguientes palabras de Sara fueron ininteligibles, ya tenía mi polla en su boca…

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